Insomnio, madrugada. Sale a su inmenso balcón y deja que el frío se cuele entre su ropa. Le acaricia, le roza los labios, y no puede dejar de pensar en todas esas veces en las que ella lo ha hecho mal, las que no ha confiado, las que no ha dicho "te necesito" las que no se ha quejado, no ha peleado y se ha conformado con lo que había. Y duele.
1 comentario:
Pues a partir de ahora, a arriesgarse. Si o si.
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